Una ciudad marrón, sucia, maloliente y ruinosa. La gente siempre con prisa, trabajando aquí y allá para sobrellevar la miseria, nadie tiene tiempo para ver al de al lado, caminan desordenados por las calles, algunos traileros limpiando sus unidades, algunos barrenderos tratando inútilmente de restarle algo de suciedad a la agrietada acera. Nadie voltea hacia arriba, y la única manera en que la gente mira al cielo es a través de los charcos de agua podrida que se juntan afuera de las tapadas coladeras, que ya perdieron su función, como lo hicieron igual las numerosas casas abandonadas, semi-derrumbadas, que llenan la cuadra. Ni siquiera los árboles guardan algún verdor, se confunden entre el gris de los edificios y hasta los charcos de agua son más verdes y tienen más vida que la moribunda vegetación.
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