La necesidad de reparar una reja dañada después de la explosión del caballito se vuelve escenario para el borramiento, la construcción y las reminiscencias. Nadie sabe realmente qué fue lo que le ocurrió a la reja, pero eso no es impedimento para el correr de rumores que aseguran un auto se estrelló ahí, o que un sujeto la golpeó hasta doblarla, o que incluso se dañó por restos que volaron desde la explosión. Entre el registro, corporeidades, clandestinidades el lugar se vuelve el punto de encuentro para un fotógrafo, un herrero y un arquitecto, que en el cometido de borrar la huella de algo que pasó, se encontrarán con la memoria.
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