Ana está mirando un gran árbol. Tiene una gran sonrisa, sus ojos están muy abiertos; alza sus manos intentando tocar el árbol. Se escucha el piar de los pajarillos; Ana sigue sonriendo, su mirada cambia de dirección, ahora mira a un colibrí de color dorado con rojo, vuelve a alzar sus manos con intención de tomarlo. Su torso no se mueve, solo sus ojos y cabeza.
Su mamá le habla desde dentro de la casa, avisándole que la comida está lista y para que se apresure en ir porque tienen que orar. Ana ignora el llamado de su mamá por estar mirando al colibrí, después de mucha insistencia de su madre, Ana le contesta y le dice que ya va. Pero Ana sigue mirando al colibrí. Su madre al percatarse que Ana sigue en el patio, le dice que no la esperara, que si no va de inmediato ya no podrá entrar a comer y se quedará sin postre. Ana le dice que no quiere comer, que no tiene hambre, que quiere seguir observando al colibrí. Su madre le grita con más fuerza diciéndole que eso a ella no le importa, que tiene que estar en la mesa para orar, porque tienen mucho que agradecerle a Dios. Ana parece no escuchar a su mamá, parece no importarle sus gritos e impaciencia porque vaya a la mesa. Después de unos segundos de gritos por parte de su madre, Ana comienza a hablar sin parar sobre lo hermoso que es el colibrí y empieza describir la trayectoria del colibrí, desde que está sobre una hoja del árbol y hasta que salé de ahí.
Celia y María se encuentran en el salón de los Testigos de Jehová acomodando los folletos que pondrán en el estante. Están guardándolos en cajas. El sol entra por la ventana e ilumina sus rostros. Ana llega con tranquilidad mascando un chicle; Celia le reclama por llegar tarde, Ana ignora sus reclamos. Ana se sienta cerca de las hermanas y comienza a meter los folletos en una caja y les sonríe. María y Celia comienzan a hablar sobre una hermana que engañó a su esposo y critican a su hija diciendo que va por el mismo camino, porque se viste de forma inapropiada, con faldas arriba de la rodilla y ajustadas. Celia lo dice más fuerte y mira de reojo a Ana para ver su reacción, Ana sigue ignorando su plática. Celia sigue hablando mal de la hermana y de su hija. Comienza a decir que la hija tiene un novio no miembro y que seguro ya han fornicado, que cómo una jovencita de 17 años puede andar teniendo novio y haciendo esas cosas que solo deben de hacer los casados. Ana truene el chicle y sigue guardando los folletos en la caja, Celia se acerca a ella y le quita la caja para mostrarle cómo hacerlo, le dice que es una tarea muy fácil y no la puede hacer bien. Ana se levanta de la silla le arrebata la caja a Celia y se sienta en el suelo con las piernas en posición de loto con la caja en medio. Ana sigue mascando chicle y tarareando una canción. Celia se acerca a ella y le dice que se levante porque se le ven las piernas en esa posición y con esa falda tan corta. Ana la ignora. Celia observa alrededor para ver si no la están observando los hermanos, al ver que no, toma a Ana del brazo e intenta levantarla, Ana pone resistencia y le dice que la suelte. María le dice a Celia que la deje que está ayudando y que si ahí se siente cómoda está bien. Celia se vuelve a sentar, pero sigue observando a Ana de reojo.
Terminan de guardar las cosas en las cajas. Ana se levanta e inmediatamente, suena su celular y es un mensaje de su novio diciéndole, que ansía verla y un corazón. Celia se acerca a ella para bajar y acomodar su falda. Ana no pone atención a la acción de Celia por atender el mensaje. Salen del salón de Los Testigos de Jehová. El sol que iluminaba sus rostros comienza a cambiar de dirección, por lo que sus rostros no se ven tan claros.
Ana se encuentra en la plaza de Santo Domingo en el estante con Celia y María. Ana se observa desesperada. Les pregunta a las hermanas que a qué hora se irán, que ya es muy tarde y está cansada. Celia y María no le responden, siguen leyendo sus folletos. Ana recibe un mensaje de su novio, que le dice que ya casi llega al lugar acordado.
Ana camina de un lado a otro, comienza a caminar alrededor de ellas chascando los dedos y tarareando una canción. María la observa de reojo mientras su mirada está en el folleto. Al cabo de unos minutos María con voz tenue le dice que ya pronto se irán pero que están esperando a una hermana a quien le compartirán un mensaje. Ana se detiene y se acomoda de nuevo al lado de Celia. Ana le hace la platica a Celia, le hace preguntas sobre un folleto, le dice que tiene dudas, que a veces se siente confundida sobre la existencia de Dios. Celia primero no la mira hasta que escucha sus dudas; Su rostro cambia, se vuelve menos rígido. Escucha lo que dice y se le dibuja una sonrisa, Celia le da concejos y le lee un versículo de la biblia. Cuando termina de leer el versículo Celia, Ana le da un abrazo y sus ojos se humedecen. Celia saca un chocolate de su bolsa y le ofrece uno a Ana. Ansa mira su reloj de mano y vuelve a preguntar qué si tardara mucho la hermana, que ella se siente muy cansada y quiere descansar (su voz es suave).
Celia la mira y le dice que en cinco minutos se podrá ir, Ana le sonríe. Enseguida recibe una llamada de su novio; rápidamente se aparta de ellas y contesta la llamada, Celia no le quita la mirada de encima; mientras Ana habla Celia se acerca fingiendo estirar sus piernas para escuchar la conversación. Ana está hablando en voz baja; Celia alcanza a escuchar un “sí ahí te veo”. Al acercarse Ana al estante Celia la mira con el ceño fruncido y le pregunta qué con quien hablaba, Ana le dice que, con su mamá, que quiere verla en saliendo del metro Zócalo para ir a comprar unas cosas. Celia vuelve a relajar su rostro y le dice que guarde sus cosas, que se puede ir. Ana da un grito de felicidad y comienza a guardar su biblia y unos folletos en su bolsa. Celia le dice que antes de que se vaya le hablara a su mamá para decirle que Ana ya va para allá, que le han dado permiso de irse. Ana palidece y dice inmediatamente, no. Celia y María la ven fijamente y al mismo tiempo le preguntan que a dónde irá, que saben que su mamá está trabajando a esa hora. Ana se muerde las uñas de los dedos sin saber que decir. Celia le dice que se siente, que aun no se irán, hasta que llegue la hermana a quien le darán una platica bíblica. Ana se sienta y con sus manos jala su cabello de desesperación.
Ana les dice a las hermanas que no llegará la hermana, que ya mejor se vayan, que han estado horas sin hacer nada, solo paradas mirando a la gente pasar, y que ya está cansada. Celia baja su folleto que está leyendo y la mira con enojo. La reprende por expresarse así de la labor que hacen para Dios. María es ahora quién la cuestiona diciéndole, qué por qué tiene tanta prisa de irse. Ana le responde que porque está muy cansada. Celia le da la espalda a Ana y le dice a María, que Ana es una manipuladora, que le hablo bien y fingió interés por el contenido de los folletos solo para que la dejaran ir. María asiente.
Ana les dice que ella sí se irá, que está cansada de esperar a alguien que no llegara, que tiene cosas más importantes que hacer. Celia le dice que no irá a ningún lado, y que si se quiere ir le llamarán a su mamá para que vaya por ella, Ana les dice que ella puede irse sola. Guarda de nuevo sus cosas que había sacado y se encamina con su novio. María la toma del brazo y le dice, que ella sabe con quien va, que ya la ha visto con él, y que tiene su permiso. Ana sonríe y sigue caminando.